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El Paleolítico en la Península Ibérica

El ambiente físico durante el Paleolítico Inferior y Medio


En cuanto al ambiente físico siempre tenemos la misma dificultad: la casi imposibilidad de representar una síntesis suficientemente amplia para conocer la evolución del paleoambiente en la Península Ibérica a lo largo del Paleolítico inferior y medio; es decir, desde los momentos finales del Pleistoceno inferior (algo más de 1 millón de años) hasta el Würm reciente (interestadio II-III). La causa fundamental para esta difícil síntesis es la documentación tan limitada; se trata de datos muy concretos en el tiempo y en el espacio (algún yacimiento que otro muy determinado) con lo que resulta difícil elaborar todo una síntesis. Incluso existen dificultades para evoluciones completas a nivel regional porque existen muchas lagunas. Además tenemos otro problema secundario que es el marco geográfico tan heterogéneo que tenemos en la Península Ibérica con distintos ecosistemas que ofrecen un problema añadido: es difícil generalizar a partir de la existencia de un determinado ecosistema. Es decir, son aproximaciones que nos dan sólo una idea respecto a la evolución del paleoambiente. 

Del Pleistoceno inferior y medio (hasta 130.000 B.P.), los únicos enclaves que nos dan esa idea son dos yacimientos de la Meseta: Atapuerca y Torralba-Ambrona. Estos yacimientos son los que nos dan más documentos de estas etapas.

La documentación de Atapuerca es más sustancial puesto que sus secuencias son densas y completas. Torralba-Ambrona es distinta y va referida a un momento más concreto correspondiente a una glaciación (Mindel o Riss). A partir de esta documentación tenemos que el clima de la Península Ibérica está sometido a la típica fluctuación del Pleistoceno, sólo que hay que matizarlo en el sentido que no son periodos cálidos o muy fríos sino ambientes templado-frescos o templado-cálidos. Sólo en momentos determinados existen periodos más fríos. Esto es lógico dado lo meridional de la Península Ibérica (refugio de la fauna cálida en las fases glaciares).

Al margen de ese ambiente nunca muy frío, el clima siempre se mueve en condiciones de humedad aceptables. La fauna está acorde con estas características y la inmensa mayoría es fauna de amplio espectro climático que soportan temperaturas diversas aunque nunca extremas (por ejemplo los ciervos). Respecto a la fauna fría, el profesor Marqués dice no poder precisar si existe aquí, en la Península Ibérica, porque no hay acuerdo: en determinada bibliografía se alude a la existencia de esta fauna pero en otra se dice lo contrario.

El paisaje vegetal debió ser tal que se mezclarían vegetaciones diversas de ámbitos fríos y cálidos, predominando una u otra según la época. Lo cierto es que el paisaje boscoso (dado la humedad) debió ser frecuente, predominando los quercus (encinas, robles, ...) en la línea de ambientes cálidos y los pinos en ambientes algo más frescos. Así, en Atapuerca (Galería), en el análisis polínico de estratos de la glaciación Riss (250.000-130.000 B.P.), los diagramas tienen ejemplos de paisaje arbóreo.
Del Würm antiguo (80.000-37.000 B.P. ca) nos tenemos que desplazar de zona y de la Meseta tenemos que ir a la periferia geográfica (Cantábrico y Levante). Lo primero a tener en cuenta en el Würm antiguo es que nos encontramos en el periodo más riguroso, climáticamente hablando, y ello también se ve en la Península Ibérica. De hecho asistimos a situaciones realmente frías y secas (particularmente en la zona cantábrica, siendo más suaves en el Mediterráneo). Esa rigurosidad (nunca en los niveles de la Europa Continental) podría aplicarse con cierta garantía a la zona mesetaria. Son unas situaciones parecidas a lo que hoy es el sur de Escandinavia (Dinamarca y la parte sur de Suecia). De esta forma las nieves perpetuas en el Cantábrico están en torno a los 1.500 metros de altitud (cuando hoy están en los 2.500 metros). 

A pesar de este ambiente frío nunca existieron condiciones extremas y, de hecho, el ciervo está presente en todos los contextos arqueológicos. Sí parece más evidente la presencia de fauna fría (mamuts, rinocerontes lanudos, bueyes almizcleros, ...) aunque siempre de una forma escasa. Otro dato es que asistimos a la desaparición en la península del hipopótamo (presente a lo largo del Pleistoceno Medio).

El paisaje vegetal estaría en consonancia con el clima. No es suponible que se convirtiera todo en una zona de estepa (aunque ésta ganaría terreno) ya que, mayoritariamente, se mantendría el bosque. 

Otro aspecto a tener en cuenta para todo el Pleistoceno es el tema de las fluctuaciones del mar (ligadas, evidentemente, a las situaciones climáticas) que debió afectar mucho a las costas peninsulares. La plataforma continental, no obstante, es reducida y con mucha pendiente por lo que la línea de costa estaría varias decenas de kilómetros mar adentro. Con ello no se nos oculta el que podemos desconocer muchos yacimientos puestos que estarían sumergidos en la actualidad (lo que supone una visión parcial del registro arqueológico).

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